Leer, y sobre todo escribir, son actos solitarios. Por eso cada encuentro literario representa una hermosa conjunción: la frontera entre escritor y lector se diluye y ambas miradas de la vida se entremezclan en absoluta igualdad.
El pasado jueves tuve el inmenso privilegio de regresar a la Biblioteca Inocencio Ruiz Lasala, del zaragozano barrio de Santa Isabel, donde me aguardaban sus lectores para dialogar en torno a Hablar Despacio. Con el espléndido amor por la literatura del que hacen gala analizaron con brillantez cada uno de los entresijos del poemario. La conversación fluyó con ameno ritmo navegando el oleaje poético que encierran los versos del libro y sumergiéndonos en su indagación filosófica: el sentido de la vida, la dualidad amor-amistad que vertebra las relaciones humanas o nuestro lugar individual y colectivo en el mundo fueron algunas de las numerosas cuestiones sobre las que reflexionamos. Disfrutamos de una tarde maravillosa al calor de la poesía y de la palabra.
Toda mi gratitud a todos los miembros del club de lectura de Santa Isabel y en especial a Mar Hevia, genial bibliotecaria, por escoger Hablar Despacio entre sus lecturas y por leer libro con tanto esmero y mimo. Gracias, gracias y gracias.


