Ayer fui invitado a mi primer club de lectura como autor y quedé impresionado, maravillado, casi enmudecido de emoción. Con su gran sensibilidad los lectores del Club de Lectura de la biblioteca Inocencio Ruiz Lasala me hicieron sentir como si estuviera en mi casa. El tiempo pasó volando. Leímos poemas de Tierra de nadie y conversamos sobre ellos, sí, pero hicimos mucho más: sabiéndonos distendidos, entre libros, hablamos de los peligros que encierran los ritmos frenéticos de la prisa, de la naturaleza del ser, de metamorfosis, de apariencia y realidad, de la luminosa alegría que alberga la vida. Sin darnos cuenta traspasamos el umbral de la palabra y la literatura y nos sumergimos en el diálogo y la filosofía.
Agradezco de corazón a Mar, la infatigable bibliotecaria de Santa Isabel, su invitación, y a todos los miembros del club de lectura su calor literario. Estoy deseando volver a encontrarme con vosotros.
