Va de informes (PISA)

>Recuerdo con la calentita y agradable nostalgia del paso de los artículos algunos escritos en los que traté el tema de las generalizaciones e inducciones. Hace demasiado tiempo. El necesario para que hayan olvidado las palabras de este cansino pensador.
Me quejaba, en síntesis, de que la mayoría de las personas que conforman nuestra sociedad actual lo único que saben hacer es acusar con el dedo valiéndose de la injusta y poco fiel con la realidad inducción. Ese método que, utilizado con precisión y ansias de búsqueda puede aportar resultados fiables al conocimiento de la realidad, pero que usado en boca de necios puede resultar más devastador que la bomba de Hiroshima. Al menos, integralmente.
Pues bien, en uno de los textos en los que con más impotencia rabiosa que destreza escribana les puse las peras al cuarto, con la verdad por delante, a los que manipularon mediante la generalización a cuanta gente escarmentada encontraron para acusar y apalear moralmente a todo joven existente (esos que se atreven a lanzar tales sentencias, metiendo en el mismo saco del “ni-ni” tanto a culturetas, pensadores e investigadores como a gamberros, pasotas y vividores), y en el que los llamé, concretamente, “secundum quiz” o “generalizadores indebidos”, también destaqué, como algo relacionado, la poca intención por parte de tales personajes -sean quienes sean- de intentar poner solución a los problemas en vez de usarlos como artilugio de disuasión y de desfogue de la cólera personal que cada uno carga consigo. Y uno de esos problemas que más preocupa y llena diarios sensacionalistas con respecto a la educación y los jóvenes es el Informe PISA.

El dichoso y puntilloso Informe PISA. 

La Biblia sobre la que descansan todas las expectativas en materia de Educación de éste y otros países.

El pasado domingo, en Aragón, los principales medios anunciaron a bombo y platillo el proyecto de realización de unos derivados del PISA por parte de la Consejería de Educación para evaluar con firmeza el nivel en conocimientos de alumnos de primaria y de segundo de ESO. Tal proyecto, como no podía ser de otra manera, procede del valor tan elevado como innecesario que la sociedad le ha otorgado a tal informe, que genera un ranquin, algo parecido a una Champions League de la cultura básica que clasifica a los países según los resultados de sus políticas educativas. Y claro está, no es algo baladí estar entre los cabeza de grupo. Hace años que el PISA se lleva haciendo en España, sobre todo desde la aparición de irresistibles intereses en europeizar España -algo que en principio no es negativo pero que, de abusar, podría serlo-, y últimamente la Piel de Toro no se encuentra en muy buena posición. El farolillo rojo de los “puestos de descenso” de nuestro ibérico país no hace más que evidenciar lo que ya se intuía desde el principio: la educación en territorio rojigualda “parece” no funcionar.
Tras un par de desastrosos informes, la maquinaria inquisidora de lo ajeno ha comenzado a poner el grito en el cielo en nombre de la ciudadanía española, suplicando “redención” para los caídos jóvenes, esos sin chicha que apestan a litrona que matan, en su opinión. Los políticos, encajonados entre la inevitable “vergüenza” ajena que suponen estos informes y el alarmismo de los inductores indebidos, se ven obligados a tomar medidas frente al próximo PISA. Y, ¿qué mejor medida que reunir a supuestos entendidos en materia científica y política para solucionar los malos resultados del PISA y lo que arrastra consigo -absentismo, fracaso escolar…-? Los eruditos, sintiéndose héroes en un Apocalipsis cultural y ante las presiones de políticos y de la encolerizada sociedad, han buscado -al menos, así me lo parece- una solución rápida al problema del fracaso escolar, que es el que suponen que acarrea la baja nota en el PISA: implantar un curso-almohada entre sexto de primaria y primero de la ESO.
Los “iluminados” deben pensar que el sistema educativo aragonés (porque por desgracia, en este país tenemos un sistema educativo por Comunidad) es demasiado duro para los pobres alevines deseosos de encontrar una educación a su medida en la enseñanza secundaria.

¿Enseñanza dura? ¡Venga ya!

Basta de bromas chungas. Las cartas sobre la mesa. Yo estudié la secundaria en el sistema ESO y la enseñanza, en particular primero, es bastante light. Muchas veces pienso que si no hubiera sido por los excelentes profesionales que ninguneados por la sociedad pusieron toda su rasmia en el asador complementando con admirable destreza el insuficiente programa educativo, hoy no podría ser el jovenzuelo pensador y juntaletras que soy.
Pero si el programa educativo que estudié era pobre, más lo es el que se imparte a día de hoy. No lo digo yo, lo dicen los docentes. La sociedad cada vez se conforma más por sí misma en lo que le interesa, y cada vez se molesta menos en ayudar a los niños a desarrollar los imprescindibles y necesarios pensamiento y reflexión. Y sin reflexión y pensamiento, díganme cómo van a escapar de los engaños y de la porquería de la propia sociedad y cómo van a valorar el estudio ni a interesarse por él. Es muy fácil eludir las responsabilidades cargándoselas únicamente a una mala gestión de los organismos públicos, a los valores de la juventud o a la supuesta “dureza” del sistema educativo. Crear unos cursos intermedios entre primaria y secundaria, y entre ésta última y bachiller me parece tan ridículo como centrar el suspenso español en el PISA en un déficit de conocimientos por parte de los escolares.
El año pasado, si mal no recuerdo, se elaboró el Informe PISA, y a su final, los profesores no daban crédito. No se explicaban cómo podían permitir que unos chavales de catorce o quince años recién cumplidos tuvieran que estar haciendo un examen durante una o dos horas y no pudieran salir al recreo a descansar y a almorzar, como ocurrió en esa edición. Obviamente, los jóvenes, que veían sonar los timbres que permitían el tiempo de almuerzo comenzaron a amotinarse, hambrientos, frente al profesor que custodiaba el aula y éste les informó que de acabar el examen saldrían al recreo. Los chavales, a los que el examen les importaba un carajo, comenzaron a poner respuestas casi al azar para lograr su merecido descanso.
Y luego, los políticos y la sociedad entera pretenden que los informes sean un primor. Si no comienzan por escuchar al profesorado, que es quien pasa más horas con los alumnos que con su propia familia, ningún plan, por catedrático que sea, podrá ayudar a solucionar el desvarío.
Todo esto sin contar con que el problema-raíz lo tenemos todos nosotros, en nuestra sociedad. Que no valoramos el pensamiento. Que preferimos la prostitución de ajustarnos a lo convencional frente a la nobleza de hacerlo a la realidad.
Así que mejor que no derrochen recursos en ridículos cursos intermedios ni en sistemas que únicamente reduzcan materia de estudio. Ahí no está la solución, sino todo lo contrario.
Claro, a no ser que a algunos sectores les interese generar una tribu de personajes analfabetos a los que manipular y controlar con extrema facilidad, ¿no creen?

El místico pasadizo del Pilar

>En todos los rincones del mundo es sabida nuestra devoción por la Virgen del Pilar. Ya en la antigüedad, en la época romana, cuando el Imperio adquirió la religión católica como única confesión loable en sus territorios y la vieja Caesaraugusta había recibido bastantes años atrás al apóstol Santiago y la famosa visita de la virgen María, ya existía una domos o “casa” donde se daba culto a la Virgen del Pilar. Desde aquel momento, se postula que la domos romana se fue transformando, a consecuencia del vaivén cultural que ha sufrido la Península Ibérica desde que los primeros pobladores se asentaron en ella, en un templo, cada vez más voluminoso y glorioso, hasta convertirse hoy en la Basílica que todos conocen y de la que han oído hablar.
La devoción a la virgen, que lleva arraigada en todo Aragón desde hace casi dos mil años abre, a día de hoy ante nuestros ojos todo un universo de costumbres y leyendas que nos reflejan fielmente la evolución y el arraigamiento de la Virgen no solamente como patrona de la nación aragonesa, sino también como símbolo de Aragón y de toda la Hispanidad.
Las famosas Cintas del Pilar, que supongo que todos conocerán y que incluso tendrán en sus casas, son ejemplo práctico de la ferviente devoción, ya que eran vendidas y distribuidas desde el lejano siglo XVI. Son adquiridas por propios y extraños, por zaragozanos y visitantes de la ciudad procedentes de todos los rincones del mundo.
Los mantos que visten, día tras día a la virgen también son todo un símbolo. Éstos son donados, en su mayoría por colectivos, gobiernos y personas de todo tipo que agradecen los favores de la patrona mediante el regalo de un manto. En la actualidad, como dato curioso, existen más de quinientos almacenados para irlos poniendo bajo los pies de la virgen poco a poco, según convenga.
Pero si una costumbre curiosa están esperando encontrar en éstas humildes líneas no puede ser otra que la del pasadizo del Pilar. No se tiene constancia de en qué momento se adquirió, aunque sí se sabe con certeza que fue hace muchos años, quizá demasiados. Demasiados porque raro es el zaragozano viejo, de pura cepa, que no conozca tal costumbre.
La práctica se realiza única y exclusivamente el día doce de octubre, quizás porque es el día en el cual se honra a la patrona y la única jornada en que la verja que lo cierra en ambos sentidos está abierta para fluidificar las riadas de gente que se mueven por el templo. El pasillo, no muy ancho se encuentra entre la puerta de la Capilla de San Judas y su paralela, que viene a dar a la Plaza del Pilar. Se cree que, atravesándolo fielmente sin respirar y a buen paso mientras se piden mentalmente unos cuantos deseos positivos la Pilarica los concede durante, al menos, un año, el tiempo necesario para poder volver otra vez a pasar por el mismo corredor. Tanto devotos como agnósticos no se la juegan y, por si acaso acatan la tradición humildemente y con respeto, siendo algo curioso de presenciar y de entender si no se es zaragozano de pura cepa. Aunque el proceso se realiza de forma particular y salteada a lo largo de la jornada, el hecho de que riadas de personas fueran desfilando las veinticuatro horas por dicho camino debió intimidar al clero metropolitano que adoptó una vana represión antitradicionalista y “antisupersticiosa”, provocando el cierre del pasillo y levantando una polémica que, como no podía ser de otra forma obligó a los encargados, años más tarde, a bajar la testuz y a abrir las verjas, permitiendo el paso de los devotos de la virgen. Por eso, cada doce de octubre están conectadas las mencionadas puertas por un camino alternativo, cargado de tradicionalismo y misticismo que permite que el culto a la virgen sea algo más personal y exótico que las típicas costumbres eclesiásticas.
Si aún tienen algo de tiempo y desean conocer mi opinión, sinceramente creo que el simple hecho de confiar y de pedir algo con ferviente fuero interno hace, por sí solo que se te escuche y que las “gracias”, como popularmente las llaman te sean concebidas. Porque la esencia está en nuestro interior y de nuestro interior debe partir. Así que los ritos, al menos para mí no son otra cosa que un medio para lograr, en conjunto, esa conexión interior y espiritualista que hace falta hallar. Por eso no me parece mal en absoluto que se mantenga la tradición del pasadizo. No deja de ser un medio más para hallar la ansiada conexión espiritual, que realmente existe y está ahí.
Así que ya conocen una honrosa práctica que pueden llevar a cabo si por Zaragoza se dejan caer en fiestas.
Al menos, aprovechen ahora que el paso está abierto. Aprovechen, no vaya a ser que la polémica vuelva a instalarse en el templo y el paso vuelva a ser clausurado. Aprovechen, pues.