Privacidad y cookies.
Este sitio usa una única cookie, de tipo necesario, implementada por Wordpress.com, la empresa de alojamiento de esta página web, y prestada en servicio por Automattic.com. La función de esta cookie consiste en comprobar que el navegador del usuario pueda mostrar emojis correctamente. La duración de su presencia en tu dispositivo se limita a la sesión, esto es, mientras navegas en la web. Para navegar en este sitio web es imprescindible aceptar esta cookie, acción que se realiza haciendo click en el botón «Aceptar» del banner. En cambio, si no deseas la instalación temporal de esta cookie puedes cerrar la pestaña del navegador o retornar a la página mediante la que accediste a esta página web haciendo click en el botón correspondiente de tu navegador.
Para obtener más información, además del control de las cookies, consulta la Política de cookies de Automattic.com/Wordpress.com y la Política de Cookies de davidlorenzocardiel.com.
1
Comentarios
3 respuestas a “LA LUNA Y OTRAS COSAS”
Aquí vengo, a discutir un poco.
Me ha encantado el corto y tu artículo es interesante.
Está en peligro la información veraz… como siempre. Ocurre que no siempre hemos tenido esta libertad de prensa y ahora, cuando estamos a punto de perderla nos parece imposible que pudiésemos soportar esa dictadura no tan lejana. Ya sabemos cómo se vive en libertad y lo sabemos porque ese periodismo con mayúsculas ha hecho de notario.
La comunicación instantánea es un logro, pero sería una catástrofe que este tipo de relación sustituyese otras relaciones más profundas.
La profundidad se mide por elevación. El corto nos dice que una nueva generación es capaz de equilibrar dos visiones distintas unidas por vivencias comunes pero con el lastre de los prejuicios. Lo nuevo trae su espacio y esa nueva perspectiva es capaz de encontrar, por elevación, un presente en el que todos tengamos un trozo de tierra, un sitio en la lumbre y un amigo con quien conversar.
(Y ahora pongo cara de enfado porque viene la discusión)
¡¡¡No vuelvas a decir que lo que dices no tiene importancia!!! Si te hubiera hecho caso no te habría leído y no estaríamos compartiendo ideas.
(Sonrisa)
Un abracico
María
El artículo lo escribí hace tiempo, aunque por motivos estilísticos dudé de su publicación, además del envío a la revista y su debate interno. Es decir, que ha salido hace unos días pero lleva muchísimo tiempo existiendo.
Lo cuento para decirte que pertenece a una época que todavía sigue presente y la evoca demasiado; no tengo una sensación de orgullo hacia él. El corto, sin embargo, representa otro registro y no carga con la acritud de mis tiempos.
Por supuesto que quería que se leyeran ambos. Por supuesto que defiendo mi artículo. Pero considero que, frente al corto, éste es mucho más trascendental.
Un error, lo sé. Todo tiene su lugar. Pero siéndote sincero, me hubiera gustado haber escrito algo realmente hermoso como ese corto y no un texto que ni siquiera aporta una salida, sí comentada aquí pero no allí.
Y ahora si me permites…
Son dos formas de hacer las cosas, según las circunstancias, pero el fondo es el mismo. La actuación era anteriormente de cara. Así se censuraba. Ante ella, podemos enfrentarnos directamente al censor. Por otra parte, la respuesta era idéntica en la otra dirección.
Censura y prensa están estrechamente vinculadas. De hecho, la prensa libre no existe en gran escala mientras haya un convencionalismo impositivo, que es el verdadero origen de los problemas. Las gacetas de la Edad Moderna contaban una versión más o menos veraz de los hechos, como los cronistas de los antiguos reinos medievales. La prensa también tenía esa función.
El periodismo, a diferencia de la prensa (en mi texto, el empleado veterano), implica veracidad. Se hace periodismo veraz, pero dura poco, y el que existe no se propaga a gran escala (por eso me permito añadir otra nota: Internet sólo es «malo» si sustituye la labor de la prensa, si ésta pretende reducirse a él. Sin embargo, Internet es una plataforma y puede ser empleada por la prensa siguiendo siendo prensa. Esto ha permitido y permite de momento -aunque dudo por mucho más tiempo- que ese «periodismo» encuentre nuevas formas de llegar a un público mayor. Sin embargo, la propia degradación coarta la misma expresión y la banaliza. Nuestro problema es mucho más grave que una cuestión de formas: es una ausencia de sentimiento, comprensión y conocimiento muy profunda). La prensa actúa por intereses de fondo. Pero a eso ya estábamos acostumbrados y más en democracia, que implica un juego de intereses más enrevesado y degradado y, por tanto, más injusto.
El problema de la prensa surge cuando pierde su verosimilitud. La pierde cuando deja de hacer periodismo, incluso aunque la veracidad de ese periodismo se tambalee. Mientras exista una base, se podrá escarvar en la noticia. Pero para eso hay que elaborar contenidos, investigar, profundizar en los hechos…bueno, en fin, lo que cuento en el artículo. Eso ahora se está perdiendo. De hecho, las redacciones no son lo que debería ser una redacción.
Curioso, pero pocos días después de que publicaran mi texto la prensa ha evidenciado unos problemas estructurales muy graves con tres ejemplos a cual más horrendo: el mensaje interno que una agencia de noticias se dejó escapar por error y acabó en titulares de «El Mundo», ediciones sin corregir tipografía ni coherencia gramatical en versión digital, y el celebrérrimo caso de la foto falsa de Hugo Chávez que publicó «El País» por no haberse corroborado su procedencia, que afectó también a la edición impresa.
Porque las agencias son ahora quienes suministran todos los contenidos a la prensa.
O sea, que se convierten en algo parecido a un tablón de anuncios. Y aún así, sobrevive el periodismo en una pocas figuras.
Por eso digo que mayor libertad no hay realmente. Se deja hablar ciertas cosas, otras no. Y dentro de las que se deja, como es tan difícil que tu voz se oiga…
Sería más fácil si cesuraran con mayor apertura. Gritar desgasta y no soluciona nada.
Y perdona porque dijera que lo que digo no tiene importancia. En ocasiones así lo siento.
Un abrazo.
David
Nada que añadir. Estoy de acuerdo.
Solo otro abrazo
María