Quedan pocos filósofos como los de antes. En realidad, no queda casi ninguno de los de ahora, y eso sí es preocupante. Si Zygmunt Bauman (Polonia, 1925), el autor de la modernidad líquida, es capaz de publicar sin que se establezcan una serie de diálogos filosóficos “profundos” (que no significa discutir sus teorías, sino simplemente que exista un diálogo entre pensadores) es que estamos muy faltos de filósofos y también muy jodidos. O peor aún: no estamos faltos de pensadores sino que la mayoría carecen de una conexión entre ellos que les permita compartir ideas y unir fuerzas y criterios para actuar de cara a la realidad.
Me gusta el símbolo de “liquidez” para representar la sociedad moderna que emplea Bauman. Ha cogido algo tan estético y superfluo como el estado líquido para describir la situación ninguneante y caótica del mundo actual. Es el Heráclito del siglo XX. Y está bien que todo fluya y se mueva, siempre y cuando lo haga con la estabilidad que concierne la realidad de las cosas.
De esto y unas cuantas cosas más de las mías va mi última colaboración en Hypérbole Magazine.
Estado líquido, no les robo más el tiempo.
Champs Élysées Paris 1927, fotografía de André Kertész, tomada del blog Green Eyes 55.