La vida del escritor novel

>Escribir no es tarea fácil, más bien todo lo contrario. Yo, personalmente no me imagino viviendo del arte de la escritura, pero sí escribiendo artículos en este blog, en algunas revistas y periódicos de confianza, publicando libros que escriba mimadamente y sin prisas comerciales a lo largo de mi existencia y, concluyendo, basando mi vida en la filosofía y en la escritura. Para mí -y para muchos- la escritura es algo más que un vehículo que solamente lo utilizamos para expresarnos y comunicarnos con los demás. Es todo un arte, cada palabra porta la esencia de aquello que deseas comunicar. Cada acepción es tu mensajero, no una burda herramienta sin sentido. El texto es tu mensaje. Por eso, la escritura no es una tarea fácil. Hay que saber tratar a cada palabra tal y como se merece, saber donde colocarla y en qué orden y momento del texto, de la novela o del artículo. Saber elegir cuál de ellas se adapta al tema que expones, cuál se adapta a tus sentimientos, a tu persona y al momento. O a tu público. A las palabras les sucede lo mismo que a las personas: pueden ser de una misma familia, sinónimas, pero siempre habrá diferencias entre ellas, meros matices que en una escritura coloquial no tiene sentido distinguir pero que en el arte de escribir cobran todo su sentido.
Sin embargo a escribir aprendimos todos desde pequeñitos pero pocos son verdaderos escritores, amantes de las palabras.
En mi opinión, siempre modesta, el escritor nace y se hace. No podemos ir a una escuela de escritores y entrar no sabiendo redactar con estilo y salir siendo un cautivador de lectores. Eso no existe, se lo aseguro. El escritor nace. Normalmente enseguida se distingue del resto personas de su alrededor y desde muy jovencito comienza a jugar con las palabras. El niño -o niña- las mima, las modifica, las reordena, las hace lucir y deslucir, prueba y cambia sus órdenes, las ama a fin de cuentas. Sus textos comenzarán poco a poco a tener calidad, gradualmente, al ritmo de la vida y del crecimiento. Aquí jugarán un papel importante los sentimientos y la lectura. Interesarse por la cultura, sumergirse en mundos inimaginables -siempre coherentes, claro está- y darle el valor que merecen a los sentimientos influirán en la vida del (posible) futuro escritor. ¿Qué sentido tendría escribir con arte si no hay sentimientos de por medio? Como escritor novel, pero como escritor a fin de cuentas reconozco que al escribir una novela juegan un papel muy importante las vivencias, los sentimientos y los libros leídos y asimilados. También la personalidad de cada uno será definitiva.
Para que el amigo de las palabras se convierta en su amante tendrá que pasar una etapa de deseo reconfortante interior con la escritura, lo que en filosofía se llama adecuación. El espíritu o llama interior deberá adecuarse con el arte de escribir y las palabras formarán parte de la persona, se fusionarán a él. El escritor que se precie debe sentir una especie de fuego interior, fuego que en realidad es el sentimiento de libertad plena que solo las palabras te pueden dar. Cuando ese momento llega, la calidad se hace notar por sí sola. El joven ya ha vivido lo suficiente con la presencia de las palabras que ya estará acostumbrado a su fragancia y sabrá ordenarlas y utilizarlas casi perfectamente. Digo casi porque nunca un escritor acaba de dominar hasta la perfección las palabras. Siempre hay errores y decisiones que restan belleza a un texto. Pero a fin de cuentas, esta es la gracia de este arte, ya que muestra la humanidad del que hay detrás de un escrito. Esta fase, de perfeccionamiento personal e intransferible durará toda la vida y en ella, el escritor se hace. Durante esta cocción el amante de las palabras pasará de escritor novel, primera etapa y muy dura a escritor a secas. Su fama dependerá de su virtuosidad en este mundillo y de la suerte que tenga, entre otros factores. Aún así, un buen escritor lo es con fama o sin fama. Y se nota. Y se le hecha en falta cuando no está ahí rellenando folios. Al final de la existencia, el escritor se convierte en veterano. Haya llegado lejos o no este ser conocerá las palabras como ninguno. Entonces es el momento de ver pasar a los noveles y, sin inmiscuirse en su lucha animarles con el pensamiento a hacerse con las que serán sus más fieles y reconfortantes amigas: las palabras.