Insensibilidad ciudadana

>Hace algunos días me enteré de las nuevas protestas de los usuarios del carril bici de Zaragoza. No es que sea algo nuevo pero cada vez que me entero de los motivos despiertan en mi persona una indignación cada vez mayor. Parece ser que los insensibles ciclistas -que por supuesto otra vez han vuelto a las andadas de circular por la acera en lugares con carril bici a “toda pastilla”- ahora acusan sin motivo tanto a viandantes como a conductores. Vamos, lo de siempre. La diferencia es que antes aún les comprendía y les defendía -como lo seguiría haciendo- porque sus protestas se basaban en unos conductores que nos les permitían moverse con dignidad por la ciudad. Pero ahora resulta que con sus merecidos carriles bici construídos y en construcción también existen protestas contra sus “hermanos” de ciudadanía. Al principio, como ya saben aunque sea de seguir mis artículos, una gran parte de los ciclistas, apoyados por la carta blanca, más bien reluciente, que el consistorio les dio para hacer lo que quisieran en la ciudad, abandonaron los carriles bici en los lugares donde los había para pasar directamente por la acera, pero sin medir su velocidad. Ahí, a lo bestia, esquivando niños, adultos y ancianos a la velocidad de un vehículo en su paso por una ciudad. Sin nombrar los insultos de estos malintencionados individuos a los viandantes que les recriminaban su velocidad y sus modos. En ese momento, viendo su insensibilidad, empezé la lucha. Más de una vez, a lo largo de los meses me he encontrado con gente de este tipo y, a su vez, con gente respetable que pedían permiso a la gente cuando no podían pasar o bien iban despacito hasta encontrar su carril, a la que desde aquí les doy mi mayor agradecimiento y respeto. El problema, a día de hoy son dos: el primero ya lo comenzé a comentar hace un par de meses más o menos. Para cerrar la ronda de carril bici, lo han hecho por el Puente de la Unión, Camino de las Torres y Marqués de la Cadena. Les recomiendo un paseo desinteresado por la zona. Podrán observar todo un espectáculo de líneas verdes, mal trazadas, tramos donde apenas cabe una bicicleta, otros donde hay múltiples cruces en grandes avenidas sin semáforo siquiera, carriles encima de la plataforma del bus, donde la gente espera y donde un lacónico y ridículo “Mire bici” complementa el cuadro o donde, para ver y no creer han colocado un carril de la anchura de una rueda. Sí, de una rueda, como ocurre en los alrededores de Miguel Servet. Esto sin contar que en este tramo del puente los ciclistas están poco más que en plena calzada o que algunos tramos de carril atraviesan antiguos lugares de aparcamiento o donde simplemente vehículos largos y pesados no pueden girar, como ocurre con algunos autobuses urbanos que se han llevado hasta vallas enteras. Y ahora resulta que a poco tiempo de inaugurar la chapuza del 2010, muchos grupos ciclistas, debido a los altercados producidos por un atropello a una usuaria del bus o que los coches, para poder incorporarse en algunos giros pisan el carril impidiendo el paso del ciclista culpan al resto de usuarios de la ciudad de no respetarles. Sí, así de sencillo. Más claro agua. No se que puede entender cada persona por respeto, pero en este caso, tener respeto sería no ocupar sus carriles, o no aparcar el coche en ellos a propósito o directamente no atropellar a aquél que circule por la acera sin respeto. A los conductores se les acusa de aparcar los coches en los carriles, debido a que en un tramo hay coches aparcados delante de un taller de reparación; a que no pisen y obstaculicen en sus pasos a los ciclistas, cuando un vehículo va a cruzar o que los peatones “comprendan” a los de dos ruedas vigilen cuando va a pasar una bicicleta al coger el autobús o que tengan cuidado cuando un ciclista pase por la acera, más o menos. Si observamos la realidad, ni el carril tendría que estar en la plataforma de acceso al bus, ni en cruces grandes de avenidas donde si no lo pisa el conductor se queda poco menos que cruzado en la vía, ni enfrente de talleres ni párquines, porque al haber eliminado los aparcamientos, los coches que esperan entrar a reparación tendrán que dejarlos ahí encima.
Por supuesto, exentos de multas en tales menesteres. ¿Acaso las multas acabarían con el “problema“? No, claro que no, sólo servirían una escusa al consistorio para agrandar su recaudación. Sin embargo, ¿qué deberíamos hacer los perjudicados cuando un ciclista atropella a un usuario del bus?¿Demandarle y meterlo a la cárcel, como si fuera a un atropello de vehículo?
Está claro que por ética no. No porque la culpa de esa obra no es ni de peatones, ni de ciclistas ni de conductores, sino de un apresurado consistorio que ha hecho una deficiente obra. Pedir responsabilidades a los demás, que no tenemos la culpa, y demandar multas para ellos es muy sencillo, pero sin embargo pedir rectificación a los que la tienen nadie se atreve. Muchas veces las multas tendían que ser para esos incautos ciclistas que atraviesan la acera como un vehículo, y no para el resto. Desde luego, si algo se debe demandar es un cambio al ayuntamiento, no a la ciudadanía.