Algunos apuntes sobre Igualdad

>Les prometí comenzar el año cargaditos de filosofía. Voy a inaugurar 2011 con un tema que me preocupa y que es necesario comentar y dejar medianamente explicado.

Hace unos minutos, justo antes de comenzar a escribir este artículo, he estado escuchando en una conocida cadena de radio un caso del que, sinceramente, desconozco su veracidad. Bien podría ser un montaje irónico, bien uno de tantos mensajes que los oyentes envían a las cadenas de radio referentes a temas de debate y que ha sido seleccionado para ser leído y presentado ante la audiencia. Sea como fuere, lo que importa de la narración es el contenido, el mensaje.
El recital, que exponía el existencial debate de una fémina deseosa de regalar un juguete a una sobrina suya sin saber cual escoger, centraba el tema de la Igualdad en cuanto a la naturaleza del juego y la mentalidad de la oferente.
La mujer, que quería evitar con su regalo una supuesta predisposición a la vida tradicional del género femenino (de carácter machista) renegaba de comprar el típico regalo de la muñequita con sus complementos y el carrito de bebé de juguete. Quería ofrecerle, por navidad, un bonito cochecito de carreras o un soldado de plástico, héroe veterano de guerra, de aspecto temible. Mas cuando ya tenía la solución y los valores de igualdad impresos en sus juguetes, la niña, a la que parece ser que no le gustaban ni los soldaditos, ni los cochecitos ni las porras de combate, ha reusado de resignarse con los regalitos de su tía y exige, en busca de su infantil felicidad, una buena muñequita con sus complementos y su carrito de bebé.
La tía, alarmada por el impulso machista de su sobrina, quiere cosultar a un profesional del mundillo psíquico, para que erradique tales ideas de su mente. Sin embargo, para más inri e impotencia, la noticia de un estudio de la Universidad de Harvard aplicado en simios ha demostrado que las hembras de tales especies de alguna forma tienden a buscar palitos de madera y otros objetos que les sirvan de bebés para descargar sobre ellos su sentido más maternal.

¿Impulso machista? ¿Estudios aplicados con simios? ¿Las simias son ahora machistas?
Solo me faltaba por oír por parte de los sectores feministas que los monos son unos machistas.
Agradezco, de ser cierto, que Harvard y sus investigadores nos echen un ad verecundiam como una catedral a los que tratamos de poner cordura en este caos de locos que se ha montado entre feministas, machistas y paritarios. Ya que la sociedad no escucha el pensamiento ni la filosofía ni la reflexión, al menos que los amigos de Harvard les expliquen lo que en otros artículos he tratado de concretar sin demasiado éxito.
La sociedad no produce nada. Empecemos por aquí. La sociedad únicamente influye. La educación, el clima planteado por el conjunto de seres humanos y los valores escogidos por ese mismo conjunto, en relación con la propia realidad del ser particular pueden predisponerlo a unas tendencias u otras. Esto se debe a la imprescindible capacidad de adaptación de las personas en los primeros años de vida. Pero de esto, no se apuren, hablaremos en otro momento. Es un tema demasiado largo para tratarlo hoy aquí.
Ante la importancia de la educación y de las tendencias educacionales de la sociedad, es cierto que hay que evitar aquellas que predispongan a la persona a aceptar la propia degradación de la integridad de su propio ser, como es el caso de posturas machistas y feministas tanto extremas como menos extremas. Lo que no se puede hacer es pretender imponer y manipular desde la infancia a cada nuevo ser que acaba de venir al mundo inclinándolos hacia un extremo u otro, y menos contra la voluntad y los gustos propios de la realidad de esa persona. Es tan negativo imponer una postura que otra si viola la voluntad interna del ser.
En el ejemplo radiofónico, la tía, preocupada por los supuestos valores machistas que transmiten las muñequitas y los falsos carritos de bebé, apuesta por el lado extremo, por los soldaditos de plomo, por los carros de combate, los coches de carreras y los lanzamisiles a discrección made in USA.
¿Creen de verdad que tal propuesta va a solucionar en un futuro no muy lejano la lacra de la violencia de género? Yo, desde luego, soy escéptico en este punto.
Puede que un varón que desde pequeño acepta el cuidado de los niños como una tarea propia tanto de la naturaleza masculina como de la femenina, si las circunstancias y las propias tendencias de su ser no se lo evitan, acabe realizando colaborando sin remilgo alguno en las tareas del hogar, pero esto no significa que vaya a ser respetuoso con su mujer. Hay otros factores igual de peligrosos que el machismo o el feminismo que pueden facilitar el maltrato. Estos son, como ya lo saben, arraigados en la sociedad de nuestros días; están impresos en su día a día: el individualismo empedernido y el afán de lograr todo por encima de todos, sin límite natural o sobrenatural. Imaginen un hombre, o una mujer, que acostumbrado a poder lograr todos sus intereses puede aplastar y dañar cualquier realidad que se le cruce en el camino, tiene que frenar su ímpetu en pro de su familia y de otra persona. Persona que, ante determinadas circusntacias se le opone y se resiste a subyugarse al individualista de turno. Lo más probable es que el empedernido o la empedernida comience una guerra para recuperar el orgullo perdido y el poder que cree que le pertenece por la evidencia de los hechos. Imaginen ahora si realmente esa persona no tratará de dominar mediante el temor, el daño físico y el psíquico al otro ser humano con el que comparte vida. Incluso en un atisbo de ira e impotencia, creyendo que la muerte va evitar que el la persona que se le opone cambie radicalmente de parecer, ante el interés de quitarse de delante lo que cataloga un estorbo, trate de asesinar al cónyuge.
No solamente la proyección del papel tradicional de la mujer en las vidas de los conciudadanos de nuestros días es el problema de todo este negro asunto. También tienen la culpa los intereses con los que ciertos sectores interesados han configurado nuestra sociedad con el fin de lograr una competencia y un distanciamiento premeditado entre las propias personas a causa del dinero, el éxito, la fama o el individualismo. En esos casos, la culpa es de todos. De toda la sociedad. No solo de la educación, sino de la sociedad en general.

En síntesis, la medida de los juguetes impartida por el extinto Ministerio de Igualdad no es negativa si se usa con algo de reflexión y pensamiento. Sabiendo lo que se hace y cómo se hace. Con imparcialidad, la impartida por la loable doctrina de la Igualdad. Respetando, por tanto, los gustos del infante y centrando la visión de que todos somos seres humanos y que lo que realmente somos es inmaterial, se puede lograr que tanto hombres como mujeres respeten las facultades de cada una de las personas, extinguiendo el juicio por sexos, que en mi parecer es infundado.
El mismo problema es presentado en el caso de la modificación de los cuentos clásicos, propuesta igualmente presentada por Igualdad, en la que se pretende restar la violencia, excluir a los malos malines de los relatos y tergiversarlos en beneficio de un mayor auge del papel de la mujer. Llegar a la igualdad, repito, no consiste en una modificación interesada de la cultura y el entorno de las nuevas personas que vienen a este mundo, ni siquiera en una primacía universal de la fémina al aborto interesado (por considerarse machista la no subyugación de la mujer a sus apetencias, aunque estas, sin basarse en riesgo alguno en su salud y en su realidad, supongan la muerte premeditada de un ser humano), ni a la subyugación del género masculino ante la naturaleza del femenino; sino en la cosideración de que independientemente de que seamos hombres o mujeres, independientemente de nuestro sexo necesario para la reproducción física del ser humano, somos personas iguales entre sí, ya que lo que realmente somos, nuestra mente, nuestra alma, nuestro pensamiento y memoria son abstractos, inmateriales, ajenos a la influencia del debate sobre la superioridad de varones y féminas. No es más capaz ante una labor determinada un hombre o una mujer, sino ese hombre o esa mujer. No debe fomentarse que las mujeres vayan más a la universidad o que se potencien mayor número de políticos, científicos y filósofos de este género, excluyendo al masculino, sino potenciando que independientemente de que seamos hombres o mujeres, se nos den posibilidades de poder ser lo que realmente estamos predispuestos a ser por naturaleza por el hecho de ser persona. La Igualdad no radica en un imperio de feminismo, que extermine la libertad en el hombre, sino en un cambio de mentalidad, que debe ser iniciado por los propios sectores políticos que moralizan sobre la igualdad y que debe culminar en la comprensión por parte de la humanidad de que lo que realmente somos es personas, y que en ese aspecto nada nos hace distintos los unos a los otros, ni superiores ni inferiores.
Si llegamos a esta mentalidad, no harán falta un obligado intercambio de roles, ni una modificación estúpida del lenguaje ni de las costumbres, ni en una censura de la narrativa; serán las propias personas quienes sin aprovecharse unas de otras, egoistamente, se acepten mutuamente y se respeten compartiendo tareas y maneras sin escrúpulo alguno.
Si hacemos las cosas bien, no hará falta modificar ni extractar la educación a los intereses del momento.

Así que no hace falta que lleven al psicólogo, al psiquiatra o al psicoanalista al infante, niño o niña, que rehuse enérgicamente de unos juguetes con los que no se siente a gusto. No es que haya nacido machista, ni mucho menos. Es que a ese niño no le gustan los juguetes que le ha traído. Lo importante no está en los juguetes, sino en el valor que se le imprime. Dejen ser felices a sus hijos, dejen ser felices a los niños. No repriman las tendencias naturales y físicas del ser humano. Como demuestran los de Harvard y como se puede constatar en cualquier observación reflexiva de la realidad, sin necesidad de llevar a cabo costosos estudios, la mujer, a causa de la importancia impresa en los genes de supervivencia del nuevo ser, está más predispuesta y concentrada en en cuidado y en la manutención de su vástago, al que también lazos afectivos y de orden extramaterial unen. Como ya comenté en otros artículos, esto no significa que todas las mujeres sean buenas en esto de cuidar a los hijos, al igual que todos los hombres sean unos torpes.
Lo dicho, no se atormenten ni atormenten. Solo reflexionen. Ya verán cómo la cosa va cambiando si dejamos de un lado la imbecilidad que nos coarta y nos ahoga.