Los caminos se cruzan y, a veces, lo hacen para siempre.
Hace unas cuantas semanas se habían acabado las revistas en la biblioteca. Ya no se verían más o, al menos, más de esas por ahí en una temporada. Pero al menos, me dijo, quedan las viejas.
Antes las solían regalar, según pasaban los meses y eran retiradas a cajas llenas de polvo completamente olvidadas en un rincón, pero ahora cubren la ausencia del relevo que ya no llega. Están desgastadas del uso, cubiertas de una leve capa gris, con las hojas dobladas por su larga guerra con los dedos. Y entre ellas, debajo de un ejemplar de Letras Libres de febrero del año pasado, encontré una vieja amiga.

Su portada era inconfundible. Se trataba del número que Rolde de Estudios Aragoneses dedicó a Félix Romeo como motivo de su homenaje, a finales de febrero. ¿Cómo no reconocer la portada de Pepe Cerdá entre tropecientas? Quizás era la que mejor cuidada estaba del grupo. Parece ser que poca gente la leyó el tiempo que había estado haciendo guardias. Pero ahí estaba, esperándome a mí, que no había leído en todo este tiempo ni uno solo de sus textos y ahora llegaba a mis manos de la forma más sibilina posible para tratarse de una biblioteca pública.
El título que corona estas líneas no está escrito a propósito. Es de hoy, pero está reciclado de otros propósitos. Estas líneas serían otras si no fuera porque parece ser que Félix Romeo tendrá su propia calle en la zona del Pabellón Príncipe Felipe, haciendo cruz con otra en honor a Enrique Calvo.
Félix era un hombre de caminos. Su camino siempre se cruzaba con el de aquel que le necesitaba. Y siempre hacía converger tanto el suyo con el de la otra persona que, en ocasiones, daba la sensación de que perdiera el suyo y no fuera capaz de encontrarse. Sus dudas eran luz para el otro en forma de ánimos, sugerencias y una dedicación tan natural que llegaba a emocionar. Su obra no puede buscarse y hallarse en sus libros o en la infinidad de artículos que escribió, sino en cada uno de los proyectos de quienes eran sus verdaderos y mejores amigos.
De Félix ya se ha dicho todo. Yo soy un advenedizo que no puede considerarse ni un conocido de su persona. No tuve el gusto de compartir momentos de agrado o de disgusto con él ni, por supuesto, de discutir distendidamente como dicen que le gustaba discutir. Apenas se cruzaron nuestros caminos. Elogios y críticas arraigadas pero amparadas en percepciones y certezas vagas las primeras y a posteriori las segundas. Mas lo que puedo afirmar sin temor a equivocarme es que Félix era un hombre de caminos y si eras uno de los afortunados que cruzaban el suyo con el de él, no dejarían de converger jamás.
A vece echo de menos que haya tan pocas personas capaces de comprender que los caminos nunca se hacen solos, sino acompañados, y que es mejor cargar la mochila de nuestros recuerdos que de los miedos y temores que acostumbramos a atesorar hasta más allá de nuestra propia muerte.
No sé si estas líneas, simples y vagas, van dedicadas para Félix o para todos nosotros, pero de una cosa estoy seguro: el título no es casual. Hasta hace un rato era el título de un texto sin motivo, ahora lo es el de unas líneas que quería haber escrito desde hace mucho tiempo. A fin de cuentas, los caminos siempre son convergentes. Lo importante es estar ahí en el momento justo.
Como diría la fiel lectora y amiga de este blog María Bernad: hay muchos héroes en el camino. Todos lo somos en algún momento de nuestra vida.
No “eches de menos”. Haz como Fèlix. Estar ahí, como una llama encendida, iluminando esos momentos aparentemente vacíos de humanidad. Solo aparentemente, pues quizás, justo en ese momento, corresponde responder en primera persona a una pregunta que todavía no se ha planteado (de ahí el vacío) y no se ha planteado porque la pregunta depende de la capacidad de respuesta.
Te digo “haz” y es lo que haces. Compartir dudas y certezas. Provocar respuestas. Preguntar.
Gracias, David, por tu amabilidad.
Un fuerte abrazo
María
¡Qué gusto tener quien te eche la bronca con tanto cariño! Hoy me he percatado de un detalle: Einstein, Graham Bell, Thomas Alba Edison, Tesla, Pilar Baloya o León Tolstoi no tienen ninguna calle ajardinada ni decente de la que poder sentirse orgullosos. Es más, si tienen, poseen callejones o avenidas de polígono industrial llenas de prostitutas y por las que nadie se atrevería a pasar tranquilo. Me parece muy bien (y se lo merece, y lo alabo) que Félix vaya a tener una calle nueva, urbanizada y (esperemos) apacible en la ciudad, pero ¿por qué Cánovas, Sagasta, O’Donnell o, por qué no en un futuro que seguro que ocurre, Belloch, han de tener una calle en toda regla mientras gente con mayor meritoria tienen rincones de los que avergonzarse? ¿Por qué, salvo María Zambrano, en esta ciudad ningún filósofo tiene en su honor una avenida o una calle o parque donde correteen niños y haya familias felices?
Ya sé que son solo memorandos y que no tiene ningún sentido preocuparse por ello, pero la verdad es que molesta bastante ver cómo muchas calles han sido arrebatadas a estas personas para entregárselas al honor de politicuchos y gentuza deplorable de este estilo. Con Félix se hará justicia, afortunadamente.
En fin, ya ves.
Un abrazo
David
Ya veo y tienes razón indignándote.
Pero mira desde aquí. Un poquito más arriba. Lo que siento es que ponerles el nombre de una calle no me parece un homenaje a la altura de esas buenas personas. Ya se que está hecho con toda la buena intención, pero cambiar el nombre de un dictador y poner en el mismo lugar a quien le supera en madurez (para mí la madurez lo es todo) queda pobre.
Es mucho más vital que sus nombres aparezcan junto a quienes no pueden dejar de recordarlos. Que les guardemos siempre un asiento en nuestra lumbre. Que haya quienes nos cuenten cómo fueron, qué hicieron y en qué espacio se quedaron. Como haces tú.
Ánimo y un abrazo
María
Sabes, María…¡exactamente pienso lo mismo que tú! Ya sé que no tiene sentido poner el grito en el cielo porque tal o cual posean o no una calle o esta sea agradable o no, de hecho sería una tontería tomárselo en serio. Pero sí que, de alguna forma, dice mucho de nosotros, de las sociedades hasta este momento.
Ahí queda claro quien va a ser más tenido en cuenta. Evidentemente quien más valorado es, y estas valoraciones solo responden a intereses y no a la la existencia y realidad de esas personas.
Tienes razón en que quizás el otro día me tomara demasiado en serio estas cosas que normalmente no tengo en cuenta. Perdón por la infundada protesta.
Gracias por incluirme en la lista de quienes no pueden dejar de recordarlos y les guardan un asiento en nuestra lumbre. Me gusta mucho también pensar que en torno a esa lumbre hay también personas vivas cuyo cariño hacia ellas trasciende de una profunda y sincera admiración. Gracias, nuevamente, por incluirme en una lista en la que creo que no merezco estar.
Un gran abrazo y gracias por estar ahí
David