Te recuedo, “hermaño”, en el tejido de la gratitud, de esa infinitud humana que trascendía tu genio lírico, tu capacidad, como decías, para dejarte poseer por la musa poética, y que te permitía abrazar a tus semejantes con una natural y generosa amabilidad. Que la tierra te sea leve: ahora, en el recuerdo, vivirás también, como los héroes en la antigüedad, como las buenas personas en la memoria de quienes les apreciaban bien. Descansa en paz, querido amigo.
