Escribo esta semana en El Imparcial sobre uno de los muchos relatos magníficos que León Tolstói ha legado a la literatura universal, la que perdura y entusiasma generación tras generación. Me refiero a La mañana de un terrateniente, fidedignamente traducido por Selma Ancira y editado con la delicadeza habitual por Acantilado.
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