Anaïs Nin fue unas cuantas cosas: literata, protectora de artistas y ferviente amante del teatro y de la pintura. Todo ello, como otras tantas personas de aquella época, en un periodo trémulo. La escritora francesa comenzó escribiendo para comprenderse tras el temprano abandono de su padre (cuando tenía once años de edad), pero se hizo narradora por aburrimiento durante los primeros tiempos en su matrimonio con un banquero (y poeta) norteamericano. Cosas que pasan.
Escribo sobre ella y la delicia de libro que Lumen acaba de editar, La intemporalidad perdida, en El Imparcial. Además de ser una colección de relatos excelente, que se degusta con gran placer, se trata de un conjunto inédito de textos, además, de cuando la autora tenía veinticinco años. Os dejo mis palabras sobre el libro.
Pueden leer la reseña haciendo click en el siguiente enlace:
Anaïs Nin: La intemporalidad perdida – El Imparcial
