«Ya en 1745, el monje zaragozano Juan Crisóstomo de Olóriz recordaba en la introducción de su ensayo ‘Molestias del trato humano’ la imagen de Diógenes de Sinope, el filósofo griego, recorriendo con una antorcha las concurridas plazas y calles de su ciudad en busca de un hombre, de un solo hombre. Uno que, reflexiona Crisóstomo, «no podía ser otro que aquel que el pensador considerase su igual», con quien pudiese sentirse identificado en medio de una muchedumbre donde no se veía reflejado en absoluto».
Predico esta semana en Ethic acerca de la misantropía y del hecho de ser humanos. Pueden leer el artículo haciendo click en el siguiente enlace: