ENGAÑO MEDULAR

Perdonen el abandono al que tengo sometido al blog, pero lo cierto es que estoy pasando una temporada muy ajetreada y apenas tengo tiempo para escribir con tranquilidad y dedicación.

Hoy hago un inciso. Me ha llegado a través de Sergio del Molino una denuncia de la polémica generada entre la empresa alemana DKMS y el sistema sanitario español, que es acusado de no atender como corresponde a pacientes en espera de un transplante de médula.

No sé si ustedes habrán oído algo al respecto. Un servidor, balbuceos periodísticos que tanto quitan como ponen y que no llevan a ninguna parte. Pero lo cierto es que desde el principio me dió qué pensar y no me había quedado tranquilo al respecto. Es muy grave que no se conozca con absoluta claridad una situación que nos concierne a todos y que además está falseada porque la sanidad pública, pese a los indiscriminados recortes llevados a cabo por las administraciones, sigue siendo puntera en investigación e intervención contra el cáncer gracias a la increíble dedicación de los profesionales que hacen todo lo posible por salvar vidas.

La sociedad no debe formarse opiniones, sino desligarse de una vez por todas del ridículo de la opinión y centrarse en conocer la realidad, única y verdadera, y para eso hacen falta veracidad y reflexión.

Por eso, con el permiso de Sergio y Cristina, publico aquí los dos artículos aparecidos en Heraldo de Aragón de su autoría. Porque desgraciadamente saben de lo que hablan y sus voces, convertidas en texto, merecen todo mi apoyo y la mayor difusión posible.

Altruista, anónimo y comprometido [“La ciudad pixelada”, en el suplemento “Heraldo Domingo”, de Heraldo de Aragón. 22/01/2012. Por Sergio del Molino]

Tiene razón Rafael Matesanz al pulsar todas las alarmas y llamar la atención sobre el debate que se ha abierto en torno al sistema de donación de órganos en España. Ha surgido a raíz del caso de Hugo Pérez, enfermo de leucemia que ha recurrido a los servicios de una organización alemana, DKMS, para buscar un donante de médula ósea compatible.

Por desgracia, conozco demasiado bien el funcionamiento del sistema de donación de médula ósea en este país, he visto trabajar a los profesionales que lo hacen posible, y comparto plenamente los temores de Matesanz: si se abre un debate que cuestione el modelo español, corremos el riesgo de quebrarlo. Entiendo la desesperación de un enfermo de leucemia que se siente desahuciado —no saben hasta qué punto—, y comprendo también que ese enfermo toque todas las teclas y remueva todas las arenas posibles para encontrar su salvación. Pero la sociedad debería serenarse, informarse y no agitar un debate al calor de las emociones del momento, porque las cosas son mucho más complicadas y peligrosas de lo que un arrebato sentimental puede dejar entrever.

Padezco una enfermedad congénita que no es grave ni me incapacita para nada, pero que me excluye como posible donante de médula ósea. Aunque me inscribí en el registro internacional y me hice las pruebas pertinentes, la Fundación Josep Carreras rechazó mi solicitud por esta causa. Me enfurecí mucho conmigo mismo, pero entendí el rigor de sus criterios de selección. No pueden jugar con algo tan serio.

Cualquiera no sirve para donante. ¿No se han fijado en que apenas hay campañas en los medios para convencer a nuevos donantes de médula? Así como varios organismos solicitan constantemente donaciones de sangre, no hay marquesinas de autobús ni anuncios televisivos que reclamen médula ósea. De hecho, cualquier persona que, como yo o muchos de mis familiares y amigos, haya acudido a un centro médico autorizado para inscribirse como donante, habrá sentido que los hematólogos responsables intentan disuadirlo en lugar de convencerlo, haciendo mucho hincapié en los contras del proceso.

Esto es así porque se buscan donantes comprometidos, no personas conmovidas por un caso concreto que sueñan con salvar a tal niño o a tal enfermo. Se reclama serenidad y buen juicio, no entrega pasional y pasajera. Desde que alguien se inscribe en el Registro de Donantes de Médula Ósea (REDMO, en Aragón lo atienden los servicios de hematología de los hospitales Miguel Servet y Clínico) hasta que efectivamente algún enfermo de cualquier parte del mundo necesita esa médula, pueden pasar muchos años. De hecho, lo más probable es que no llamen nunca al posible donante, las posibilidades son de una entre quinientas. Cuando contactan con ellos, muchos de estos donantes compulsivos no solo han olvidado al emotivo enfermo que les indujo a inscribirse, sino que han olvidado incluso que estaban inscritos. Y, en algunos casos, la perspectiva de acudir a un quirófano para someterse a un proceso molesto, les horroriza. Por tanto, se niegan, condenando a una probable muerte al posible receptor. Para evitar estas situaciones, los gestores de REDMO solo quieren candidatos convencidos y plenamente conscientes de la importancia de su compromiso, por eso no hacen llamamientos masivos y han establecido un protocolo de inscripción muy rígido que no todo el mundo entiende. Se trata, efectivamente, de salvar vidas, y para eso se ha revelado mucho más eficaz el trabajo discreto y puntilloso de los profesionales que el ruido grosero del márquetin.

Las mentiras de DKMS. Publicado en “Heraldo de Aragón”. 20/01/2012. Por Cristina Delgado.

3 comentarios sobre “ENGAÑO MEDULAR

  1. Te agradezco mucho tu post y el de Sergio del Molino. En el año 1996 solicité información sobre la donación de Médula Ósea y recibí una amable carta del Coordinador Nacional de Trasplantes, D. Rafael Matesanz.
    La buena intención se quedó ahí con la excusa de falta de tiempo. Ahora vor a darme un nuevo impulso en hacer lo que me gustaría que hicieran conmigo.

    (Gracias por el semáforo en verde)
    Un abrazo
    María

    1. Lo he leído esta mañana y opino lo mismo que tú. Aparentemente se destruyen en un momento las conquistas que han costado tantos años de lucha, pero hoy estamos más preparados para reclamar y no va a ser tan fácil someternos como antes. Además, podemos actuar (quienes protestamos) con arreglo a nuestra conciencia.

      Un abrazo
      María

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